Una tragedia, en consecuencia, es la imitación de una acción
elevada, enriquecida en el lenguaje, con adornos artísticos adecuado para las
diversas partes de obra, presentada en forma dramática. Por “lenguaje
enriquecido con adornos artísticos” quiero decir con ritmo, armonía y música
sobre agregados, y por “adecuados a las diversas partes” significo que algunos
de ellos se producen, solo por medio del verso, y otros a su vez con ayuda de
las canciones.
Ahora bien, puesto que los hombres representan las
acciones, se deduce en primer lugar que el espectáculo debe ser parte del todo,
y en segundo término la melodía y la dicción: estas dos son el medio de su
imitación. Aquí por dicción quiero decir solo esto: la composición de los
versos, y por melodía lo que se entiende sin esfuerzo.
La fábula, en nuestro presente sentido del término, es
simplemente esto: la combinación de los caracteres en favor incidentes, o
sucesos acaecidos en la historia. Hay pues en efecto seis partes en cada
tragedia, en conjunto, esto es, de tal o cual cualidad: la fábula o trama, los
caracteres, la dicción o elocución, el pensamiento, el espectáculo y la
melodía.
La tragedia es en esencia una imitación no de las
personas, si no de la acción y la vida, la felicidad y la desdicha. En un drama,
entonces, los personajes no actúan para representar los caracteres; incluyen
los caracteres en favor de la acción. De modo que es la acción en ella, es
decir, su fabula o trama la que constituye el fin o propósito de la tragedia, y
el fin es en todas partes lo principal.
Hemos establecido que una tragedia es una imitación de
una acción que es completa en si misma, como un todo de cierta magnitud; pues
un todo puede carecer de magnitud para hablar de él. Ahora bien, un todo es
aquello que posee principio, medio y fin. Un principio es aquello que
necesariamente no adviene después de algo más, si bien algo más existe o
acontece después de esto. El fin, por el contrario, es lo que naturalmente se
deduce de algo más, ya como una consecuencia necesaria o usual, y no es seguido
por nada más.
De la misma manera, entonces, así como un todo bello
hecho de partes, o una bella criatura viviente debe ser de determinado tamaño,
pero de un tamaño captable por el ojo, de igual modo una trama o argumento
tiene que poseer cierta extensión. Según una formula común general, “una
extensión que permite al héroe pasar por una serie de probables o necesarias
etapas de la desdicha a la felicidad, o la felicidad a la desdicha”, puede
bastar como límite para la representación de la trama.
La unidad de la fábula no consiste, según algunos
suponen, en tener un hombre como héroe. La verdad es que, así como en las otras
artes imitativas una imitación es siempre de una cosa, de igual modo en la
poesía la fábula, como imitación de la acción, un todo completo, con sus
diversos incidentes tan íntimamente relacionados que la transposición o
eliminación de cualquiera de ellos distorsiona o disloca el conjunto. Por tal
causa aquello que por su presencia o ausencia no provoca ninguna diferencia
perceptible no constituye ninguna parte real del todo.
La distinción entre el historiador y el poeta no consiste
en que uno escriba en prosa y el otro en verso; la diferencia reside en que uno
relata lo que ha sucedido, y el otro lo que podría haber acontecido. De aquí
que la poesía sea más filosófica que la historia y de mayor dignidad que la
historia, puesto que sus afirmaciones son más bien del tipo de las universales.
Por proposiciones universales hay que entender la clase de afirmaciones y actos
que cierto tipo de personas dirán o harán en una situación dada.
En la comedia esto ya ha quedado claro, pues los poetas
cómicos construían sus fabulas a partir de acontecimientos probables, y luego
añadían algunos nombres según su capricho; ellos no escribían como los poetas
yámbicos, sobre personas particulares. En la tragedia, sin embargo, se adherían
todavía a los nombres históricos, y por esta razón lo que convence es lo
posible.
De las fabulas
simples y de las acciones lo peor resulta lo episódico. Llamo episódico a una
cuando no existe probabilidad ni necesidad en la secuencia de los episodios. La
tragedia, por consiguiente, es una imitación no solo de una acción completa,
sino también de incidentes que provocan piedad y temor. Tales incidentes tienen
el máximo efecto sobre la mente cuando ocurren de manera inesperada y al mismo
tiempo se suceden unos a otros.
Las fabulas son o simples o compuestas, puesto que las
acciones que representan obedecen naturalmente a esta doble descripción. Llamo
simple, cuando el cambio en la fortuna del héroe se realiza sin peripecia, ni
reconocimiento; y compleja cuando ella encierra una u otra de estas
desventuras, o ambas; deben surgir de la estructura de la fábula misma, de
manera que resultan ser la consecuencia, necesaria o probable de los
antecedentes.
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